El relato “Verde y azul” es el reflejo del miedo de una persona cuando sale de su zona de confort. “Pensé en el amor de tus padres, cuando te tiene protegido y no te das cuenta” dijo. Es por eso que “a veces te encuentras con gente que te hace daño”.

Os dejamos el relato y felicitamos a María por su merecido premio.

 

“Verde y Azul”

Felicidad. Una niña que corría agarrada, que saltaba y creía volar. Un padre y una madre. Sonrisas de felicidad. La última vez que tocaba el suelo con sus pequeños pies, daba tres pasos más, y en el último, volvía a saltar. Volaba, mientras sus manos se soltaban. Volaba alto, y cada vez más rápido. Volaba lejos, feliz.

La luz se apaga y todo es oscuridad. No se ve el principio, pero tampoco el final. Frío y soledad. Está sola, atrapada, encogida, asustada. Los recuerdos se comienzan a alejar y ella cada vez se hace más pequeña. Asustada. Sus miedos la empiezan a rodear. Las dudas la quieren atar junto a sus pocas respuestas. Todo fueron mentiras, pero las creyó y siguió, palabras escritas en la arena que el viento se llevó. Un escalofrío desde los dedos de los pies hasta la punta del último cabello recorre cada esquina de su cuerpo. Regaló todo lo que tenía y le robaron lo que le quedó. Encogida. Aprieta la frente contra sus rodillas. Sola. Todos se quitaron la máscara y se alejaron de ella. Perdida. La brújula estaba rota y el reloj ya no marcaba ninguna hora. Le cortaron las alas y con sus pequeños pies tocó el mar. Una lágrima en el suelo. Todo estaba muerto a su alrededor. Un profundo dolor que sale del pecho. Voces que chocan, sonidos que rebotan, canciones que se mezclan, gritos que se ahogan. No la dejan escuchar, no puede más, su cabeza va a explotar. Ha sido olvidada y está atrapada en su propia jaula.

Silencio. Abre despacio los ojos y entra un rayo de luz, unos rizos que recuerda haber visto. Unos ojos se acercan y la miran con detalle. Verdes y azules. Unas cejas que recuerda haber tocado. Abren la jaula e introducen con cuidado una mano. Dicen un nombre, reconoce esa voz, reconoce esos labios, ese nombre, su nombre. Estira sus dedos, coge la mano y sale fuera.

Recordaba esa sensación. Felicidad. Unas manos que agarraban las suyas con fuerza, con amor, con tanto como la última vez que lo hicieron.